INTRODUCCIÓN
El tercer mandamiento declara:
«No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente
Jehová al que tomare su nombre en vano» (Éx 20: 7; Dt 5: 11).
Antes de empezar un análisis de
este mandamiento, es importante llamar la atención a un aspecto de la ley que
la hace en particular ofensiva a la mente moderna: es negativa. De los diez mandamientos, ocho se indican en términos
negativos.
Los otros dos: «Acuérdate del día
de reposo para santificarlo», y «Honra a tu padre y a tu madre», están
respaldados por una cantidad de leyes subordinadas que son todas de carácter
negativo. El mandamiento del sabbat es negativo: «no hagas en él obra alguna»
(Éx 20:10; Dt 5:14), de modo que, en su forma completa, nueve de los diez
mandamientos son negativos.
Para la mente moderna, las leyes
de negación parecen opresivas y titánicas, y el anhelo es que gendarmes
positivos de la ley reemplacen a la policía. En ese sentido, el líder de los
Panteras Negras, y el candidato presidencial de Paz y Libertad, El dridge
Cleaver, declaró en 1968 que «de ser electo, eliminaría el programa de pobreza
y sustituiría a la policía con “agentes de seguridad pública”».
Los agentes de seguridad pública
produjeron un reino de terror en la Revolución Francesa, y no sin razón, porque
una ley positiva solo puede conducir a la tiranía y al totalitarismo.
La mejor proclama de un concepto
positivo de la ley fue el principio legal romano: la salud del pueblo es la ley
suprema. Este principio ha pasado tan completamente a los sistemas legales del
mundo que cuestionarlo es cuestionar una premisa fundamental del estado. El
principio es básico al desarrollo estadounidense, donde las cortes han
interpretado la cláusula de «bienestar general» de la constitución de los
Estados Unidos en términos radicalmente ajenos a la intención original de 1787.
Un concepto negativo de la ley confiere un doble
beneficio: primero, es práctico, porque un concepto negativo de la ley trata de
manera realista con un mal en particular. Dice: «No robarás», o, «No darás
falso testimonio». Una declaración negativa lidia directa y claramente con un
mal en particular: lo prohíbe, lo hace ilegal. La ley entonces tiene una
función modesta; la ley es limitada, por consiguiente el estado es limitado. El estado,
como agencia impositiva, está limitado a lidiar con el mal, y no a controlar a
todos los hombres.
Segundo,
y
directamente relacionado a este primer punto, un concepto limitado de la ley asegura la libertad: excepto por
los aspectos prohibidos, toda la vida del
hombre está más allá de la ley, y la ley por necesidad es indiferente a
ello. Si el mandamiento dice:
«No robarás», quiere decir que la ley solo puede lidiar con el robo; no puede gobernar ni controlar
la propiedad que se adquiere con honradez.
Cuando la ley prohíbe la
blasfemia y el falso testimonio, garantiza que las demás formas de expresarse
estén permitidas. El carácter negativo
de la ley es la preservación de
la vida positiva y la libertad del hombre.
Pero, si la ley es positiva en su
función, y si la salud del pueblo es la ley suprema, el estado tiene
jurisdicción total para imponer la salud total de la gente.
LA CONSECUENCIA INMEDIATA ES UNA DOBLE
PENALIDAD PARA LAS PERSONAS.
Primero,
se promueve
un estado omnicompetente, y el resultado es un estado totalitario. Todo llega a
estar dentro de la jurisdicción del estado, porque todo pudiera contribuir a la
salud o la destrucción de la gente. Debido
a que la ley es ilimitada, el estado es ilimitado. Se vuelve tarea del estado, no controlar el mal, sino
controlar a todos los hombres. Básico
a todo régimen totalitario es el adoptar un concepto positivo de la función de
la ley.
Esto quiere decir, segundo, que no puede existir ningún
tipo de libertad para el hombre; no hay, entonces, ningún tipo de cosas
indiferentes, de acciones, intereses y pensamientos que el estado no pueda
gobernar en nombre de la salud pública.
Decir que el estado tiene la
capacidad de administrar el bienestar general, de gobernar la salud general y
total del pueblo, es dar por sentado que existe un estado omnicompetente, y
asumir un estado competente en todo es dar por sentado un pueblo incompetente.
El estado se vuelve entonces la nodriza de una ciudadanía cuyo carácter básico
es infantil e inmaduro. La teoría de que la ley debe tener una función positiva
da por sentado que el pueblo es esencialmente infantil.
En este punto algunos pudieran
comentar que la fe bíblica, con su doctrina de la caída y de la depravación
total tiene un concepto similar del hombre. Nada puede estar más lejos de la
verdad. La fe evolucionista, al proponer largas edades de desarrollo del
hombre, sostiene, por un lado, que el ser humano todavía está gobernado por
impulsos y motivos antiguos, primitivos, y, por otro, que el hombre de hoy
sigue siendo un niño en relación a un crecimiento evolutivo futuro.
La fe bíblica, por el contrario,
sostiene la creación original de un hombre maduro y bueno. El problema humano
no es una naturaleza primitiva, ni infantilismo, sino irresponsabilidad, una
rebelión contra la madurez y la responsabilidad.
El hombre es un rebelde, y su
curso no es infantilismo sino pecado, no ignorancia sino insensatez voluntaria.
En esencia, no se puede proteger
a un necio, porque el problema del necio no son otras personas sino él mismo.
El libro de Proverbios da considerable atención al necio. Al resumir la
enseñanza de Proverbios, Kidner declara, referente al necio, que La raíz de su
problema es espiritual, no mental. Le gusta su insensatez, y vuelve a ella
«como perro que vuelve a su vómito» (26: 11); no tiene reverencia por la
verdad, y prefiere ilusiones cómodas (ver 14: 8, y nota).
En esencia, lo que rechaza es el
temor de Jehová (1: 29); es eso lo que lo hace necio, y es eso lo que hace
trágica su complacencia, porque «el desvío de los ignorantes los matará» (1: 32).
En la
sociedad el necio es,
en una palabra, una amenaza. En el mejor de los casos, desperdicia tu tiempo:
«pues en sus labios no hallarás conocimiento» (14: 7, NVI); y puede ser más que
un serio fastidio. Si tiene una idea en su cabeza, nada lo detendrá: «Mejor es
encontrarse con una osa a la cual han robado sus cachorros, que con un fatuo en
su necedad» (17: 12), lo mismo si es una broma pasada de rosca (10: 23), alguna
pelea en que debe meterse (18:6) o enfrentarse a la muerte (29: 11). Dale
amplio campo, porque «el que se junta con necios será quebrantado» (13: 20), y
si quieres despedirlo, no lo envíes con un recado (26: 6).
Se podrían citar numerosos
incidentes para ilustrar lo proclive que es el necio a la necedad: rescáteselo
de un apuro, y se meterá en otro. Un enfermo, por fin persuadido a dejar a un
curandero que estaba tratándolo, se fue a consultar a otro peor. Y esto no debe
sorprender a nadie; el necio es por naturaleza proclive a la necedad.
Para examinar un aspecto en que
la ley ha funcionado positivamente, y la mayoría pensaría que con notable
éxito, revisemos la situación de la medicina. El control del estado sobre la
profesión médica fue en gran parte promovido e impulsado por fondos de
Rockefeller. Las escuelas de medicina las pusieron bajo el control del estado,
tanto como la profesión médica. Se proscribieron los consultorios médicos no
aprobados, y, se nos dice, el resultado ha sido un progreso asombroso.
Pero, ¿se ha debido el progreso
al control del estado o al trabajo de la profesión médica? ¿Acaso la profesión
misma no ha labrado su propio progreso? Claro, hay tantos charlatanes ahora
como entonces, y tal vez más. El gobierno federal de los Estados Unidos de
América calcula que más de dos mil millones de dólares se gastaron en 1966 en
lo que algunas autoridades han calificado de charlatanería médica, aunque el
término, significativamente, lo cubre todo desde fraudes hasta prácticas no
oficiales y desaprobadas.
Es más, el peligro ahora es que a
cualquier investigador médico cuya labor no consigue aprobación, no solo lo
clasificarán como charlatán sino que puede tener serios problemas legales.
Todavía más, la profesión médica estándar, aceptada, junto con las compañías
que fabrican medicinas, han estado bajo ataques muy serios de parte del
Congreso por negligencia seria. Diversas «drogas maravilla» usadas de manera
experimental y puestas a la venta con pruebas inadecuadas han tenido
consecuencias serias. Las revistas médicas también han hablado de serias
sobredosis en los hospitales.
Aun concediendo la responsabilidad de los médicos al recetar
imprudentemente, la realidad es que muchos pacientes, muy conscientes de los
peligros de las nuevas drogas (y de drogas antiguas también), exigen que se las
receten. Y, dadas todas las posibles salvaguardas legales, ¿cómo se puede
esperar perfección en los médicos o en los pacientes? Siempre habrá algunos
médicos y algunos pacientes necios.
Pero la cuestión es más profunda.
Incluso conforme los controles del estado sobre la medicina han aumentado, al
mismo tiempo han aumentado las acusaciones de negligencia médica, y los médicos
de hoy están en peligro constante de pleitos judiciales. La destreza de los
médicos y los cirujanos estadounidense nunca ha sido mejor, pero tampoco las
quejas legales.
Esto señala un hecho curioso: el estado
se ha apropiado del poder controlador básico de la profesión médica, pero el
estado, en lugar de asumir la responsabilidad, ha aumentado la culpabilidad de los
médicos. Una agencia federal aprueba una droga, pero el médico carga la culpa si
hay reacciones adversas.
Cuando la ley del estado se
adjudica una función positiva para proteger la salud y el bienestar general de
su pueblo, no asume la responsabilidad. La gente queda absuelta de la
responsabilidad, pero la profesión médica (o las firmas comerciales, dueños de
propiedades, y otros similares) asumen la responsabilidad legal
total. Los pasos hacia la responsabilidad total son graduales, pero son
inevitables en una economía de beneficencia pública.
Los historiadores a menudo
elogian el ejercicio de la medicina de la antigüedad pagana, y por lo común le
acreditan mucho más mérito del que tenía. Al mismo tiempo, acusan al
cristianismo de corromper y detener el progreso médico.
Pero la declinación de la
medicina antigua empezó, según ellos mismos dicen, en el siglo III a.C. Entralgo
ha señalado que, en realidad, el cristianismo rescató a la medicina de las
presuposiciones estériles.
Pero, en el Egipto antiguo, en
Babilonia y en otras partes, el médico estaba sujeto a responsabilidad total.
Si el paciente perdía la vida, el médico perdía la suya. Incluso cuando no era
culpa suya, el médico era responsable de manera total. Pero, incluso cuando era
culpa del médico, ¿qué hacía al médico totalmente responsable?
El paciente, después de todo,
había venido voluntariamente, y el médico no era un dios. O, ¿debía serlo? El
trasfondo pagano europeo, así como también otras prácticas paganas, asociaban
la medicina con los dioses. Al médico se le exigían prácticas ascéticas, así
que gradualmente lo convirtieron en monje.
Esta influencia pagana, combinada
con el neoplatonismo en los primeros siglos de la era cristiana, condujo al
médico a ser ascético. Pickman anotó, con relación a los franceses, Evidentemente,
atractivo del ascetismo ante el pueblo en esos días era menos por cuestiones de
su efecto psicológico en el ascético mismo, que su efecto físico en aquellos a
quienes ministraba. Fue el arma escogida del humanitarismo. Por eso pronto el
médico que no se hacía monje perdía su profesión.
Solo poco a poco, con la
cristianización de occidente, se fue abandonando este concepto pagano de la
medicina, y, con eso, el concepto de responsabilidad que exigía que el médico fuera
un dios o, de no serlo, que sufriera.
Los controles del estado sobre la
profesión médica continuamente han restaurado el viejo concepto de
responsabilidad, y los médicos se hallan excepcionalmente sujetos a pleitos
judiciales. Se ha vuelto peligroso que un médico administre atención de
emergencia junto a la carretera en un accidente debido a su proclividad a que
lo demanden.
El día tal vez no esté muy
distante, si la tendencia presente continúa, en que a los médicos se les juzgue
por asesinato si el paciente muere. Hubo indicios de esto en la Unión Soviética
en los días finales de Stalin.
Si la ley asume una función
positiva, se debe a que se cree que las personas son un factor negativo, o sea,
que sean incompetentes e infantiles. Entonces, en tal situación, a los hombres responsables se les penaliza
con responsabilidad total. Si un delincuente, que por su delincuencia es
un incompetente, entra en la casa de hombre, la ley lo protege en sus derechos,
pero al ciudadano responsable y que obedece la ley se le puede acusar de
asesinato si mata al invasor cuando su propia vida no corre peligro real, y no
se agota todo otro recurso.
Un rufián puede meterse en la
propiedad de un hombre, subir por la cerca o romper la puerta para hacerlo,
pero si se rompe la pierna en un agujero destapado o zanja, el propietario es
responsable por los daños.
Cuando
la ley pierde su negatividad, cuando la ley asume una función positiva, protege
a los delincuentes y a los necios, y penaliza a los hombres serios.
La
responsabilidad y la obligación son hechos ineludibles: si uno las niega en un aspecto,
no las elimina sino que más bien las transfiere a otra cosa. Si los alcohólicos
y delincuentes no son personas responsables sino enfermos, alguien es culpable
de enfermarlos. Por eso, el Dr. Richard R. Korn, profesor de la Escuela de
Criminología de la Universidad de California en Berkeley, ha dicho que no se debe
arrestar y encarcelar a las prostitutas, porque son «niñas pobres marginadas en
busca de una vida mejor».
Si estas prostitutas son solo
«niñas pobres marginadas en busca de una vida mejor», otros tienen la culpa de
su suerte y no ellas, porque las intenciones de ellas eran buenas. Más de unos
pocos están listos a nombrar a los culpables: la sociedad. Pero las prostitutas, sus proxenetas, y el bajo mundo
son parte de nuestra sociedad en el sentido general, y es obvio que a ellos no
se les está culpando. Es claro también que lo de sociedad culpable se refiere a
personas responsables y triunfadoras. Bajo el comunismo, los cristianos y los capitalistas
tienen la culpa de todos los males de la sociedad. Como culpables, hay que
liquidarlos.
No es
posible evadir la responsabilidad y la obligación: si se niega una doctrina bíblica
de la responsabilidad, una doctrina pagana toma el lugar. Y si se reemplaza lo
negativo de la ley bíblica con una ley que tiene una función positiva, ha
tenido lugar una rebelión contra el cristianismo y la libertad. Un concepto
negativo de la ley no solo es salvaguarda de la libertad sino de la vida misma.